Yo tenía 16 años cuando supe que llegarías al
mundo. Recuerdo muy bien el enterarme de la noticia. Tu mamá nos reunió a todos
en la sala y nos dijo que estabas en camino. Lamento decirte que su cara no era
de felicidad. No porque tú te estabas formando en su vientre, eso la llenaba de
una felicidad que nunca había experimentado en su vida. Ella temía sobre cómo
reaccionarían papá y mamá. Tenía mucha razón al estar asustada. Mamá no paraba
de llorar y gritar de la rabia. Papá se encerró en su despacho y no nos habló
por una semana.
“¿Cómo es posible que mi hija fuese tan
ingenua y se dejara embarazar antes de estar casada? Tenías toda una vida por
delante y la echaste a perder por andar de caliente. ¿Y ahora dime Alondra,
quién te va a querer? ¿Quién va a querer casarse con una mujer usada?”- Esas
fueron las palabras de aliento de tu abuela a su hija de 18 años.
Yo, sentada en el sofá no sabía qué sentir. Nunca
imaginé ser tía tan joven, pero aún así me llenaba de ilusión. No puedo negar
que estaba confundida. Todo lo que había pensado de mi hermana cambió en un
abrir y cerrar de ojos. Tenía más experiencia de lo que se puede pensar de una
chica de familia estrictamente evangélica. Seguro lo hizo por rebeldía. Me
preguntaba por qué no pudo aguantar hasta el matrimonio como decía papá y mamá.
“¡Te tienes que casar, y eso es ya! Hablaré con
el pastor de la iglesia, le explicaré. Seguro él entenderá…”- continuó mamá
después de 10 minutos llenos de reclamos. Obviamente, tu mamá nunca aceptó
casarse, ya sabes cómo es. Tampoco es como si hiciera falta.
Domingo tras domingo pude sentir cómo nos
miraba la gente en la iglesia. Los rumores crecían cada vez más como la barriga
de tu mamá. Mamá se sentía avergonzada, pero más avergonzada se sentía mi
hermana. No se sentía avergonzada de ti. Se sentía avergonzada de causar tanto
revuelo, de cometer un crimen social de tal magnitud hacia tu abuela. Solamente
se sentía avergonzada por eso. No por las miradas ni por los cuchicheos de la
gente, mucho menos por cómo la congregación la segregó como si estuviese en cuarentena
con una enfermedad sumamente contagiosa. Nadie sabía de todo el esfuerzo que
ella hacía para poder brindarte un buen futuro. Preferían juzgarla y tacharla
de pecadora.
En la escuela bíblica era imposible escaparse
del tema de la sexualidad. Nos recalcaban el esperar, el guardarnos para el
hombre que Dios tiene para nosotras. Tenemos que ser modestas, no vanidosas, y no
atraer la atención a nuestro físico. Eso nos da puntos para entrar al reino de
los cielos. Una vez casadas, tienes que estar sometida a tu marido, porque el
hombre es la cabeza de la familia. Te dicen que si un hombre te quiere de
verdad va a saber esperar. Que hay controlar las hormonas porque no te puedes dejar
llevar por los deseos de la carne. Los deseos de la carne no son de Dios y tenemos
que reprimirlos por eso hay que estar de rodillas orando.
No sabes cuantas cosas escuché sobre lo que
era y lo no era apropiado para una mujer. Pero nunca escuché sobre lo que un
hombre debía hacer, más allá de respetar a una mujer. Tampoco te puedes imaginar
lo que vi. Los chicos eran lobos vestidos de ovejas, como cualquier otro hombre
fuera de la santidad de la iglesia.
Todo esto eran consejos, pero nadie te dice
qué es lo correcto cuando lo “malo” parece ser bueno. Tan y tan bueno como bajado
del mismo cielo.
Fue entonces cuando me di cuenta de muchas
cosas. ¿Por qué tengo que ser yo la sumisa? ¿A caso solo debo aspirar a tener
un hombre a mi lado? ¿No debo tener sexo antes del matrimonio para poder llevar
un vestido blanco en mi boda y no ir al infierno? ¿Por qué se dice que el
hombre es superior a la mujer?¡Por favor, que alguien me explique cómo un pene
entre las piernas te da más valor y te acerca más a Dios! Pero, sobre todo,
cómo puede ser que mi valor como mujer y persona es inversamente proporcional a
la cantidad de hombres con las que yo esté. ¿Por qué querer tener intimidad con
alguien a quien amas es un pecado? ¿Por qué ese placer es exclusivo para los
que estén consagrados en matrimonio? ¿Cómo todo el mundo tiene más autoridad
sobre el cuerpo de una mujer que la propia mujer?
Se me hacía tan extraño e injusto, hasta que
vi patrones por todos lados. Mi amiga Sara ya pensaba en casarse con Miguel el
hijo del hermano Carlos. Se conocían desde niños y él ha sido su único novio.
Recuerdo que ella quería salir con Juan el de la escuela, pero sus papás jamás
querrían alguien que no fuese de la iglesia. Sara y Miguel llevan 3 meses y se
quieren casar tan pronto Sara cumpla los 18 en 6 meses. Y así hay muchas de las que puedo contar,
empezando por mamá.
La actitud de la gente cambió cuando se
comenzó a notar más la barriguita. Todos eran una dulzura con tu mamá. Preguntaban
por si venías bien, si serías niña o niño. Planificaron una fiesta para
recibirte. Tu abuela estaba un poco más tranquila y tenía ansias de conocerte.
Siempre preguntaron por ti y tu bienestar, pero quien te llevaba en su vientre
siempre sería recordada y cuestionada de su reputación.
Nueve meses después de la conversación familiar
en la sala, llegaste tú. Nos cambiaste la vida a todos y la llenaste de alegría.
¿Cómo algo tan bonito puede ser fruto de algo que dicen ser pecado? Amar y ser
amada, querida Antonella, jamás va a ser un pecado. El valor más grande no es
el que te den los demás, si no el que de des tú misma. Tú no eres pecado... eres
y siempre serás una bendición.
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