Ruidos extraños, ojos claros.

Los animales y yo, no somos tan afines. De que me gustan, me gustan. Pero nunca había podido tener una mascota de niña. Lo más cercano ha sido un pez. Pero no creo que se pueda clasificar como mascota, pues no se puede jugar con él, mucho menos sacarlo del agua, y no es tan divertido verlo dar vueltas en la pecera (¡qué vida más aburrida la del pez en cautiverio!).
Pero ese no es el caso de lo que me sucedió hace unos días. Mientras iba caminando de camino a mi casa, escucho unos pequeños pasos. Miro alrededor y parecía no haber nada. Lo mismo sucedió al día siguiente, pero esta vez las hojas del suelo se movieron. Al tercer día siento un pequeño cosquilleo en mis piernas, y escuché un tierno maullar. Era un lindo gatito, blanco,con manchas negras y marrones. Era bello, con ojos verdes que miraban con dulzura, si se puede describir como, "dulzura felina". Lo acaricié y rápido tomó su lugar sobre mi falda. Mientras, la señora Valoir, quien vio todo el espectáculo, se acercó hacia mí y me dice "Ese gatito, te anda buscando día y noche Amélie. Se nota que es muy cariñoso. Nació entre estos arbustos, y aquí ha regresado." Luego que la señora Valoir dijera esas palabras, me hizo pensar en lo que dice mi amiga Julianne, "todo en la vida tiene un propósito". Y creo que este gatito es para mí. Fifi, así la llamé (sí, porque después me di cuenta que ese gato no era gato, si no gatita). Creo que Julianne tiene un poco de razón, a lo mejor es cosa del destino. Yo quería una mascota, y Fifi sólo buscaba un poco de cariño.