La conciencia de callar

                               
“¡Ameeeee!”, gritó Lola tan pronto le abrí la puerta mientras salía corriendo para darme un abrazo. Lola es súper alegre, pero esta vez  sentía que necesitaba un abrazo de consuelo. “¡Lola! ¿Cómo estás?”, le dije preocupada. “Bien, bien…”, respondió, seguido por un silencio que se rompió con un suspiro. Aquí pasa algo. “¿Qué hiciste hoy Ame?”, claramente preguntó para evadir el tema. “Me pusieron el refuerzo de la vacuna contra el tétano.  Ahora mi brazo me duele.  Ya no puedo hacer el baile del pollo”, contesté tratando de ser graciosa. “¿Pero no había una vacuna para las sandeces?”, la muy descarada me respondió. “No. ¿No te acuerdas que serviste de conejillo de india para la investigación de esa vacuna pero no dio resultados?”, en ese momento declaré mi victoria ante semejante argumento.  “Vamos Lola, dime qué es lo que te sucede”, continué sabiendo que quería distraerme de lo que realmente era el problema.
“Le dije a Olivier”, ahora entró el suspenso. Esto sería más divertido de lo que me imaginaba. “Él  envió un correo electrónico a todos en la oficina, y decidí responderle diciéndole. Y me contestó que está saliendo con una chica”, contó con ojos llorosos la pobre. “Tú sabías que eso era muy probable que pasara Lola”, creo que no fui muy alentadora. En fin, continuó diciendo: “Ese no es el problema. El problema es que no me fijé que al enviarle el e-mail a él, todo el mundo lo leería. Cuando llegué hoy a la oficina todos me miraban raro. Tenían cara de lástima. Llegué a mi escritorio y había muchas notas pegadas en mi tablero con los números de los chicos de la oficina. Hasta las muchachas escribieron los números de sus primos. Robert el bobo también se animó a escribirme”.
No puede evitar soltar una carcajada. Le echaré la culpa a los efectos secundarios de la vacuna por mi falta de diplomacia y empatía. “¡No te rías! La gota que derramó el vaso, fue que la señora Piller se asomó por encima del panel divisor del cubículo para decirme "No te preocupes guapa, hay más peces en el agua". Fue clichoso  y muy irónico de su parte, sabiendo que a ella sólo la acompañan sus gatos.  Por lo menos tiene quien la acompañe. Debería comprarme un gato”, terminó de contarme. Antes de que pudiera aconsejarla, me agarró por los brazos desesperada preguntándome: “¿Cometí una estupidez, verdad?”.  
-Primero que nada, suéltame el brazo porque me duele. Ahí fue donde me pusieron la vacuna. –respondí aguantando el dolor.
- Perdón, es que no sé cómo sentirme.
-Gracias- le dije mientras me soltaba- Bueno Lola, pues sí, cometiste tremenda estupidez.
- No debí decirle, ¿verdad?
-La estupidez no fue decirle la verdad. Eso por lo menos lo sacaste de tu sistema. El problema fue cómo se lo dijiste. Pero no te preocupes, todo pasará. Eso sí, date un tiempo y no salgas con ninguno de esos de la oficina. Solo tratan de aprovecharse de la situación.
- Tienes razón. Oye, pero a ti te pasa algo y no es la vacuna.
Esta vacuna me ha hecho pedazos. Me ha comenzado la fiebre y temblores. Pero, sí, también me pasa algo además de estos efectos secundarios. Digamos que la vacuna sirve de excusa para sentirme terrible. Lola me conoce muy bien para poder distinguirlo. Luego de discutir con ella como por treinta minutos que no me sucedía nada, le dije la verdad. Yo también le dije a Bernard. Su reacción fue una excepcionalmente asombrada.  “¡Bravo Ame! Ya era hora en que se lo dijeras. Un año y medio es más que suficiente. Tú  te guardas mucho las cosas, y eso no es sano. ¡Oh Dios, he recibido consejos de una loca!”,   ella jura que es graciosa. “¿Pero qué te dijo?”, preguntó Lola.  “La verdad que no ha dicho absolutamente nada. Y me ha hecho pensar que todo lo que dicen de él es cierto. Trato de evitar pensar así, pero al parecer los rumores no están muy lejos de la realidad”, le contaba mientras me echaba una cucharada de mi helado chocolatoso a la boca.

“Bueno Ame, no es como que le dijiste que te gusta su camisa. Esas cosas son superficiales. Decirle a alguien algo así se siente como si te echaran un balde de agua fría en la cara. No es algo fácil de contestar”, me aconsejó. En este momento se invirtieron los papeles. Ahora ella es la “cuerda”  y yo la que necesita ayuda psicológica. “Todo esto es como la vacuna que te pusieron hoy. Sientes un ligero pinchazo mientras insertan la aguja. Seguro alguien te distrae para que ni te des cuenta cuando lo hacen. No sabes que sientes dolor hasta luego de un rato. Sientes hinchazón, debilidad y tu cuerpo trata de combatir la vacuna. Por eso el malestar y la fiebre que te está dando”, me cuenta mientras me toma la temperatura. Luego corre a la cocina a buscar una pastilla para darme a tomar. “Tómate esto, estás que se puede freír un huevo en tu frente”, esta vez sí es un poco graciosa. “Así fue como te enamoraste de él. Cuando menos te lo esperabas…¡záz!, te enamoraste. Me acuerdo muy bien verlos hablar y cómo lo mirabas. Era muy obvio, por lo menos para mí. Si él no lo vio está muy ciego. Cuando me dijiste lo que sentías por él ya me había dado cuenta hacen siglos. Y trataste de evitarlo, esconderlo de todos, esconderlo de Charlotte, esconderlo de ti misma, pero no pudiste. La misma Charlotte te dijo que lo intentaras, y sabes cómo es Charlotte con él... una pelea eterna. Ame, no puedes retener tantos sentimientos. Lo debiste demostrar antes. Pero noooooooo, tu miedo al “qué pensará” de ti, y al rechazo fueron más grandes. Pero ahora te vas y lo dejas y es fácil huir. Espera un momento… ¡Por eso se lo dijiste! Si es que te conozco”, quedé retratada.

Lola tenía razón. Increíblemente, Lola tenía toda la razón. Soy una cobarde. “No, no eres cobarde. Porque tal y como tu cuerpo gana una batalla en silencio, tú venciste tus miedos. De alguna manera también ganaste una batalla contra ti misma. Si no te contesta, pues él es el cobarde y es muy rudo de su parte. Ya verás que mañana te sentirás mejor. Y yo ya me voy. Tienes que descansar mi niña”, me dijo con esa ternura maternal que a veces le entra. Me prepara un té, me arropa con la sábana y me da un beso en la frente. Así se despide.  Lola está loca, pero es la mejor en cuidar enfermos.  Yo que pensaba que sería yo quien siempre daría consejos. Pero se siente bien exorcizarse de vez en cuando.  Cierros los ojos y trato de olvidarlo.

Canción para ser escuchada: “All You Never Say” - Birdy


A Bernard, porque a veces hay que decir la verdad por más ridícula y absurda que parezca. Esto es para ti aunque nunca lo leas. 

Limbo: Donde nada está bien definido.


Quedarme en mi cama no está nada mal. Es rutina quedarme en mi zona de comodidad. Allí donde todo es conocido y seguro. Allí donde yo tengo el control.  Para salir de mi cama se requiere mucho esfuerzo- no es que sea la única que piense así de su cama-. Al parecer, la gravedad se intensifica una vez suena la alarma. Esa alarma tan aguafiestas, terminando  uno de los mejor sueños que has tenido en buen tiempo.  Pero despierta, tengo control de mis sueños. Es ahí, en la prisión voluntaria de mi cama en la que construyo todo un mundo. Mi mundo ideal.  Pero se hace tarde así que debo salir de ese adorado masoquismo y enfrentarme a uno más grande: la inevitable realidad.  

En la cruda realidad, el tiempo pasa sin percatarnos. Cada vez estamos más viejos, cada vez nos acercamos un poco más a nuestro destino final.  “Todo tiene su final, nada dura para siempre”, dice la canción, que lamentablemente no está lejos de la verdad. Muy pronto dejaré éste lugar para ir a uno lejano y desconocido. Me enfrentaré a nuevas personas y nuevos retos. En fin, una nueva etapa de mi vida. Pero antes, tengo que terminar la que vivo actualmente. Aún así, siento que me faltan muchas cosas por vivir, mucho más por decir.

“Me voy”, le dije a Bernard. “Sí, lo sé, y por eso te odio”, respondió gruñón, como  lo hace el 85% de las veces. Es tan sólo un tonto que no sabe el peso de las palabras. No se da cuenta que para odiar mucho se tuvo que haber amado demasiado, y no creo que este sea el caso. Pero a pesar de su cara que pudiera recibir el subtitulo de VIVO EN UN MUNDO LLENO DE IDIOTAS, al fondo es buena persona. Bernard suele ser dulce de vez en cuando. Y de cuando en vez, te hace pensar que tiene potencial.

“No te deberías fijar en él. Tú eres mucho para él”, dicen muchos. Sí, es una situación muy difícil y penosa.  Realmente no creo que deban pensar de alguien así, aunque admito que lo he hecho muchas veces. Creo que esto es tan solo la ceguera hablando. Aunque no está lejos de la realidad, que sea exactamente lo que él piense de mí. Para aumentar el ego diría que es cierto mientras que para ser franca son solo estupideces. 

Ellos tienen un poco de razón, Bernard no es fácil. Él es más bien la definición de rareza encarnada. Le asustan los cambios, también se le notan rasguños y heridas que aún no han curado. Piensa que nadie tiene más problemas que él. No se da cuenta que hay gente que le han pasado cosas igual o peores, solo que las esconden. Por lo tanto, querido Bernard, estás dónde estás porque quieres.


Y es aquí en el borde de mi cama donde lo idealizo. Es donde lo imagino con una sonrisa en su rostro. No se da cuenta que así se ve más bonito (y rasurado.., y peinado). Pero la realidad me espera. El tiempo pasa y no tiene vuelta. Suelo frío, día soleado, uno más, uno menos, así se van contando las páginas de éste capítulo que lentamente cierro. 

Canción para ser escuchada: "Suego Faults"- Wolf Gang

Dies ist (nicht) eine Liebesbrief



Querido Profesor:

            Lamento decirle que no puedo completar la tarea asignada. No es que no quiera hacer el trabajo, es que esto de la carta de amor no es para mí. De hecho, siempre las escribo y ese es el problema. Siempre que las envío, la  “historia de amor” termina en tragedia. ¿Qué mala suerte, verdad? Pues sí, es un ciclo vicioso causado por la timidez, y el orgullo. Todo empieza por fijarme en alguien por un extenso lapso de tiempo. El error es callar. Callar  y acumular todo lo que siento. La única manera que siento en que me puedo expresar es por medio de una carta de amor. ¡Qué cliché!
            Estoy harta de escribir cartas de amor las cuales no respondan. Por una vez en la vida quiero recibir una carta de amor. No sé si soy yo la del problema o que  el romanticismo ha muerto en mi generación. Ya usted sabe: rosas, mensajes de un admirador secreto, canciones dedicadas en la radio. Esas cosas son bonitas, pero al parecer se han vuelto obsoletas. ¡Qué tristeza! He sido yo quien ha invertido de su tiempo en plasmar en papel todo un melodrama. Papel, que quizás se deshagan de él tan pronto lo entregue.
            Los hombres que me rodean son raros. Temen quedarse “Forever Alone”, pero no hacen nada al respecto. El fenómeno con el que me he encontrado es que los hombres no te buscan, tú tienes que buscarlos. Ahora son ellos los que se hacen de rogar. Estoy cansada. Por más que quiera expresarme, estoy cansada. No quiero decirle que me gusta su sonrisa, y que tiene unos ojos hermosos. Eso sí, su pelo lo recortaría. Todo lo demás está bien. Pero él no se fija en mí ni aunque esté frente a sus narices. ¿Porqué? Porque es el ser humano más irónico que he conocido. No quiere que lo busquen, pero él tampoco busca. Y se pregunta por qué está solo. La respuesta: él mismo se pone el título de SOLO AMIGO. Guarda sus esperanzas en encontrar el amor en la versión de un sistema operativo para su celular con voz sexy. ¡Patético!
Por favor, entiéndame.  Nos fácil para mí volver a pasar por este proceso. Yo a él lo quiero, pero a veces pienso que no vale la pena aunque sea un poco de esfuerzo. Mis palabras tienen un gran peso. Más aún cuando están en  papel. Lo más triste es que pronto me iré muy lejos. Quisiera intentarlo por eso de que “solo se vive una vez”.  Es mucho para arriesgar y quizás muy poco para recibir.

Siento mucho no escribir la carta de amor que usted deseaba para la clase. Aún así creo en el amor, y en las locuras que nos hace cometer. 


Canción para ser escuchada: "Love Love Love" - Of Monsters and Men.

Posdata


Posdata: anotación que se añade al final de una carta, después de haberla terminado y firmado, como alternativa para añadir información que no se recordaba o conocía mientras se estaba escribiendo.

Luego de casi un mes fuera de mi casa llego a mi cuarto y encuentro que está hecho un desastre. Ha sido víctima de la procrastinación y flojera hasta que dije: ¡NO MÁS! Y me puse a limpiar. Ese trabajo agotador de poner todo en su lugar, cuando en el lugar hay cosas que  se adueñaron de territorio ajeno. Lo que si me gusta de un día como este es encontrar cosas de las que te habías olvidado. En una de las gavetas de mi mesita de noche encontré muchas cartas que me han regalado a través de los años. Fue como un viaje al pasado en tan solo un instante.
            Una carta a mi maestra de Kindergarten, postales de mi tía en sus viajes, una tarjeta que mi madre me regaló a los ocho años, mi quinceañero, mi primer amor,  mensajes de mis amigas y yo en las clases (cuando no teníamos celulares y el Messenger era una pedazo de la página trasera de la libreta), de mis amistades de la universidad. No puedo creer que tantos recuerdo de mi vida se guarda en una gaveta y los he ignorado todo este tiempo. No sé si era verdadero interés o simplemente fue una excusa para retrasar el día de limpieza pero me senté a leer cada una de las cartas.
            Había muchos mensajes de amigos de la infancia y adolescencia con los cuales por alguna u otra razón ya no tenemos comunicación. No porque no quisiéramos, si no porque tomamos  rumbos diferentes, desarrollamos intereses e ideales distintos, o la distancia es muy grande. Tampoco quiere decir que fuesen  malos amigos.  Creo que solo es parte de la vida. Me siento muy agradecida de tener amigos como los que tuve en el pasado. Con ellos reía, me enojaba, bailaba, cantaba, teníamos guerras de espuma de afeitar, relajábamos al chico con nombre de niña (un chiste interno clásico), fueron apoyo en momentos difíciles, hacíamos fogatas y películas, era toda una aventura. Se pasaba bien en aquellos tiempos. Con ellos disfruté mucho, y  según mis cartas nuestra amistad era muy importante. En resumidas cuentas que con ellos crecí. Pero al pasar el tiempo muchos se fueron como siempre pasa, aunque digan “eso nunca pasará entre nosotros”. Aún así conservo una muy buena amiga, de la cual tenemos como tradición celebrar nuestros cumpleaños a fin de año. Ella, quien muchos despreciaban por realmente ser muy madura para una niña de su edad para aquel entonces,  es un ejemplo de una verdadera amiga. A pesar de la distancia, de los estudios, de los años sin vernos diariamente, y de las experiencias que hemos tenido en estos últimos años continuamos en comunicación. Ayer salimos a tomar café y a celebrar nuestros onomásticos (palabra de domingo para cumpleaños), y me dí cuenta que todo sigue igual. Parecíamos como sacadas de las memorias de Carrie Bradshaw  y sus amigas cuando un muchacho guapísimo nos pasó por el lado y permanecimos en silencio por una fracción de segundo. Nos miramos como si leyéramos la mente de la otra y soltamos carcajadas. Me sentí como volver a mis dieciséis. Es bueno saber que existen personas como ella, quienes conocen y  fueron parte de tu pasado, solo que no se limitaron a ser un personaje de tercer plano y se han ganado el puesto de continuar en la historia.
            También en entre esas cartas, hallé mensajes de personas que hoy no están aquí y a quienes extraño. Me alegro haber guardado sus mensajes y encontrarlos en esta etapa de mi vida. En cada graduación  me dejaban saber de lo que soy capaz de lograr. Leer un “nos sentimos muy orgullosos de ti y hasta nos las echamos a cuenta tuya”, le dan ganas de seguir a cualquiera. La orgullosa soy yo, de poder haber conocido a personas tan especiales como ellos, quienes impactaron mi vida con sus acciones, su amor y apoyo los cuales definitivamente eran incondicionales. No sé si es una señal, pero creo que encontrarme nuevamente con estas viejas cartas era necesario. Como un recordatorio de que hay mucha gente  que cree en ti aunque no te des cuenta.
            ¿Y del primer amor, qué se cuenta? Pues se cuenta que aún solo conservo una de las cartas. De las demás sólo queda un vago recuerdo y pedacitos regados en algún rincón del mundo. De eso hacen muchos años, y la guardo porque vale la pena enseñársela a mis hijos y mis nietos en un futuro lejano. Es una carta la cual creo que es genuina y admito que muy bonita. Sinceramente le doy crédito al autor, por esforzarse a escribir algo que le salió del corazón y no entregarme una postal con solo el mensajito cursi escrito por alguien más porque su trabajo depende de ello. También admito que leer la carta me hizo sentir maripositas en el estómago. No por los recuerdos de la persona, si no el saber que pude hacer sentir algo tan hermoso a alguien. Hay una primera vez para  todo, con esa persona aprendí del amor y el desastre del desamor. A esa edad aprendí que el amor a veces es doloroso pero vale la pena enamorarse. No por masoquismo, si no porque es lo más cercano a la magia. El dolor es tan solo un recordatorio de que estamos vivos y tenemos sentimientos. En otras palabras: somos humanos.
            Hoy, más que nada, me encontré conmigo misma  a través de los demás. A veces no sabes a quien puedes conmover con tus acciones  y lo importante que eres para muchos.  Estas cartas son una afirmación de ello. Creo que por eso me gusta la escritura. Te otorga el poder de viajar al pasado, enfrentar el presente, y ser “inmortal”. Es como dejar una huella de tu existencia. Aunque para entonces las cartas costaran una miseria en términos monetarios, es el mensaje lo que cuenta. Y para mi valen más que el oro. Es increíble que en medio de un desorden se encontrara algo tan significativo. Así que tomé cada una de las cartas y las guardé en una cajita dándoles su merecida importancia hasta el día en que la vuelva a encontrar y redescubrir su contenido.


Canción para ser escuchada: “You Are Young”- Keane 

 A la Familia Cosa, la "Escoba", Lucé Bonafare, y el resto de la ganga. 
Good friends are like stars... You don't always see them, but you know they are always there
-Old saying