Thé

tea 

     Ya va un año que no sé de Pierre, mi mejor amigo. A solo tres mesas de esta hay alguien que se parece a él. Mirándolo bien es tan sólo un desconocido. Si fuese realmente Pierre, mi Pierre, se sentaría a mi lado, me daría un abrazo, me contaría de su vida y sus amores. Pero ese que está ahí sentado no se atreve a mirarme. Por su forma de actuar veo que lo incomodo.

     Junto a él hay otras cara familiares, pero no tan bien recibidas. Verán, Pierre se fue sin despedirse. En cambio dejo que un usurpador me entregara su recado. Fueron dos meses antes de su partida definitiva que este hombre extraño lo suplanto. Con él llegó una nube negra. Su presencia hacía que el cuarto se tornara frio. No mas llamadas, ni mensajes, mucho menos una respuesta al por qué de su partida. Le envié cartas, le deje más de 50 mensajes en su grabadora, todos ellos con mi voz tratando de que la suya me diera una explicación.

     El usurpador se encargaba de romper las cartas y borrar los mensajes. ¿Por qué no me deja hablar con Pierre? ¿Por qué se empeña en ignorarme? ¿Qué hice mal? Preguntas que hasta el Sol de hoy no tienen respuesta válida. Los blancos fueron llenos con la excusa más estúpida registrada en la historia de las excusas. “Eres una distracción y para poder salir bien en mis cosas no puedo seguir siendo tu amigo”. ¡PAUSA! Regresemos seis meses antes de todo esto. Lo único que hice fue motivarlo a hacer lo que me dijo que era su sueño. Lo apoyé aún cuando él mismo pensaba que no podía lograr alcanzarlo. Lo ayudé cuando siempre que lo pidió. Pero más valían sus amigos que lo incitaban a hundirse, sin que él lo supiera ver. Quizás desear su bien lo tomo como un obstáculo. Y eso fue en lo que me convertí ante él, un GRAN ESTORBO.

     Esa frase que salió de sus labios tan pobremente construida, retumbó en mis oídos. Fue tan rápido todo lo que paso. En un abrir y cerrar de ojos, casi a la velocidad de la luz. No sé cómo todas esas cosas se fueron acumulando y se dirigieron hacía mi sin freno alguno. Mejor sigo tomando este té para olvidar. El calor que se guarda en él me recuerda que ahora estoy mejor y que el frío ya pasó.

     Las caras que acompañan a este familiar desconocido, me echan un ojo y comentan entre sí. Una carcajada se les escapa de rato en rato. Una de ellas también decía ser mi amiga. Siempre gritaba a los cuatro vientos: “Nunca confíes en la gente. Lo digo por experiencia. Hay tantas personas que dicen ser tus amigos pero son falsas”. Eso fue lo que me hizo pensar que ella era de fiar, mientras ignoraba es voz interna que me decía a gritos “no le digas nada”.

     Eso voz me echo en cara un “TE LO DIJE” cuando mi queridísima amiga me hizo quedar en ridículo público. Ella misma vio cómo habían destrozado los vestidos que con tanto esfuerzo hice para mi desfile. Ella misma fue quien exhorto que no se me tomara en consideración, porque con ella no la tuvieron (cuando bien puedo haber pedido ser considerada). Ese día mi amiga que tanto pregonaba la honestidad, se convirtió en el vivo ejemplo de la hipocresía. Es irónico y doloroso ver como se contradice. Su lema de “hoy por mí, mañana por ti” suena como el himno nacional de los listos.

     De esa experiencia se puedo comprobar su tan sabio consejo. Nunca confíes en la gente. Las apariencias engañan. Los verdaderos amigos son los que menos te imaginas. Aquellos que un día señalaste con quien hoy para ti es sombrío. Los que a pesar de la distancia y los años de por medio, hacen hasta el mínimo esfuerzo para comunicarse. Los que ríen, lloran, escuchan, regañan, y apoyan en la aventuras. Quiero un mundo a quien en medio de todo esto me dijo: “Ellos no saben la gran amiga que perdieron. Es un honor tener tu amistad”. Quiero otro mundo a los que después llegaron y a aquellos que siempre se mantuvieron.

     Los momentos más oscuros en la vida son como las tormentas. Destruyen, desarman, inundan, y separan. Pero todo eso es necesario para aprender a construir en un terreno más estable, a unir lo que un día se nos escapó, y a hidratar lo que por mucho tiempo estuvo seco.

     De Pierre y la Dama de Hierro guardo bonitos recuerdos. Del usurpador y la espada de dos filos, el verbo “usar” en tiempo pasado y en plural. De los desconocidos tres mesas al frente de esta, un trago amargo de té que me recuerda perdonar.

Canción para ser escuchada: “Lost?”- Coldplay

Pour mon Cœur de Chocolat Blanc.